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jueves, 25 de octubre de 2012

Día de Muertos, una tradición 100% mexicana

Investigado y desarrollado por: Héctor Ocampo, Vicente Moreno, Teresa Moreno


Significado de la celebración

El día de muertos, es una celebración mexicana caracterizada por las ofrendas que se conforman con las calaveritas de azúcar, la flor de muerto o cempoalxóchitl, las veladoras, el papel picado, la fruta, el pan de muerto y los alimentos y bebidas que eran del gusto del difunto. Se celebra el 2 de noviembre para honrar a nuestros  seres queridos  que partieron al más allá, esta celebración inicia el 1 de noviembre   y coincide con las celebraciones católicas del Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. Su origen es prehispánico y tiene un sentido religioso.
                                  

Origen de la Celebración


“Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México, pueden ser trazados hasta la época de los indígenas de Mesoamérica, tales como los Aztecas, Mayas, Purepechas, Nahuas y Totonacas. Los rituales que celebran las vidas de los ancestros se realizaron por estas civilizaciones por lo menos durante los últimos 3,000 años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento. Las festividades eran presididas por el dios Mictecacihuatl, conocido como la "Dama de la muerte" (actualmente corresponde con "la Catrina"). Las festividades eran dedicadas a la celebración de los niños y las vidas de parientes fallecidos” (http://diadelosmuertos.yaia.com, 2012)


El uso del papel picado como elemento decorativo

Es un producto artesanal que se trabaja en México y sirve para decorar las ofrendas que se montan para la celebración del día de muertos que está enlazado al día de los fieles difuntos y Todos Santos. El papel picado es único y muy representativo por las figuras que se muestran cuando ya esta picado, tales como calaveras, huesos, pan y flores; se usa principalmente en las celebraciones religiosas, en fiestas patronales y en murales. Su lugar de origen es en San Salvador Huixcolotla en el estado de Puebla donde habilidosos artesanos pican el papel china logrando muy buenos contornos. Esta artesanía se crea con un dibujo que es calcado en el papel china y se empieza a picar hasta obtener la forma y diseño deseados, se trabajan en bloques engrapados y las herramientas necesarias para hacerla son cinceles, martillo y una plancha, y por supuesto mucha creatividad, lográndose diferentes tamaños y colores que se usan principalmente el 2 de noviembre así como en las fiestas por sus diferentes tonos y por el vuelo que presentan con el aire pues se ven estupendos.

Mosaico a partir de imágenes de: es.wikipedia.org, destiempos.com, Papel picado roc21.com, Mexicodesconosido.com, herramientas.gif



Importancia cultural de la preservación de esta tradición

Invadidos por costumbres ajenas a nuestra cultura, los mexicanos hemos visto cómo las tradiciones que nos heredaron nuestros abuelos desde nuestras raíces prehispánicas, han sufrido un terrible desplazamiento  así como el menosprecio de quienes deberían sentirse orgullosos de ser mexicanos, y aunque son muy respetables las tradiciones extranjeras, es importante preferirlas y preservarlas por encima de ellas, definiendo al Halloween como una práctica adoptada de convivencia pero que nuestra verdadera celebración es el tradicional Día de Muertos ya que procede desde tiempos prehispánicos.
Confundir a los niños con formas como brujas, calabazas y demás elementos que nada tienen que ver con nuestra celebración, siembra no sólo el desarraigo por nuestra identidad sino el menosprecio por su propia cultura. Es increíble que esta tradición de Día de Muertos sea más valorada por los extranjeros (incluidos estadounidenses) quienes quedan maravillados por su arte y colorido, y por el contrario muchos de nosotros nos obstinamos en menospreciarla. Inculquemos el amor por lo nuestro a nuestros familiares y a los niños: el día de muertos, las calaveritas, la flor de muerto o cempoalxóchitl, las veladoras, las ofrendas, el papel picado, esto es lo nuestro y es algo tan hermoso ¡Conservemos nuestras tradiciones, para que no se pierdan!  Inculquemos a las nuevas generaciones  nuestra cultura! Expliquemos  porqué  y para qué nuestras tradiciones y costumbres deben continuar vigentes!





lunes, 15 de octubre de 2012

Durante la Segunda Intervención Norteamericana a México en 1914



La Anécdota  ( Don Ángel Díaz Durán, Parte II )




Investigación, Anécdota y Redacción: José Antonio Jiménez Díaz



Mi abuelo nos contaba sin ocultar sus emociones, las vivencias de esos días – el de la batalla y los posteriores – nunca olvidados hasta el fin de sus días. Nos recreaba los detalles, acompañados de expresiones que él empleaba, y decía:

– oh verás, oh verás – 

Sus ojos brillaban, los entornaba, juntaba las manos para soplar, y agitaba los dedos para emitir sonidos, luego continuaba.

– Pasada la media mañana estábamos trabajando reparando las puertas de una casa (él era carpintero) cuando de pronto boom, boom, boom – los impactos y estallidos cimbraban las paredes y rompían los vidrios.

– Hijo de la gran puta, qué cerca cayeron – expresión muy empleada por nuestro personaje cuando algo le impresionaba. 
               
Las balas de cañón impactaban en las casas y las paredes volaban en pedazos. Ahora sabemos que los disparos procedían de embarcaciones norteamericanas que estaban fondeadas dentro y fuera de la bahía que no cesaban de bombardear; los calibres eran de grandes dimensiones por tanto, su poder destructivo era demoledor.

– ¿y qué hiciste abuelito? – le preguntábamos.

Los ojos de mi abuelo volvían a recobrar ese brillo, y se llevaba las manos a la boca para silbar, moviendo los dedos, y continuaba narrando.

– Pos buscar refugio, pero no había mucho a dónde ir – Mientras, el bombardeo continuaba inmisericorde, cobrando vidas y destruyendo casas y edificios. 

– ¿Y por dónde estabas abuelito? –  

– Cerca de Pescadería, por ahí unos señores de una casa grande nos gritaron que los gringos nos estaban invadiendo y que era necesario defender a la patria entonces, sacaron pistolas y cajitas con balas, de esas que llamaban de la U, y nos repartieron como a otras 6 personas para enfrentamos – 

– ¿Y luego abuelito, y luego qué hicieron? – 

– Oh verás, oh verás –  

– Nos fuimos rumbo hacia la playa, nos cubrimos detrás de montículos de piedra, eran de las paredes de casas, desde ahí les disparábamos a los soldados que nos estaban invadiendo –
  
– ¿y luego qué hiciste abuelito? – seguíamos preguntando.  

– Las bombas, balas de ametralladoras y máuser nos caían muy cerca, no cesaban, tenía mucho miedo, sed, el calor muy intenso. Era un infierno; había cadáveres por doquier, heridos mutilados gritando y pidiendo auxilio. –  

– Usé la pistola, disparé como 35 o 40 tiros, pos ya no teníamos más. Le pegué a varios gringos pero no me puse a contarlos. Entonces, mejor nos fuimos a ayudar a los que estaban heridos. Cuidándonos de las balas y las bombas cargamos a varios para dejarlos en casas más alejadas. A otros los llevamos a una barbería, La Universal, de Don Miguel García Rendón, que estaba en Landero y Cos para que ahí los curaran  –

– ¿Y luego abuelito, y luego? – 

– Oh verás, oh verás – Seguía narrando mi abuelo. 
 
– Ya eran como las 2 de la tarde. Poco podíamos hacer, los gringos ya estaban en el centro y eran bastantes. La escena era deprimente con tantas casas derruidas, muertos, heridos, sangre, humo. Tenía harto miedo, cortadas en la cara, brazos y manos, sucio, sin parque, y aquellos andaban bravos buscando con quién desquitarse. Mejor nos fuimos a la casa, allá por Guerrero, para esperar la noche – 

– Ay abue, pobrecito – Nos consternaba ver su semblante.

Después de una desigual y cruenta lucha los invasores tomaron Veracruz; ocupada la ciudad, el Almirante Fletcher decretó la ley marcial e intervino los edificios y servicios públicos.

– Los siguientes días fueron de angustia al no saber de algunos parientes y amigos, pasamos hambre, no teníamos dinero, lloramos nuestra desgracia. Los yanquis entraban a las casas buscando armas, sobre todo en lugares en que les disparaban, apresaban a los hombres y se los llevaban, si oponían resistencia ahí los mataban –.

Pasaron varios meses de ocupación militar y fue hasta el 23 de noviembre del mismo año en que los invasores abandonaran la plaza. Se embarcaron y partieron a su patria, dejando atrás una huella de infamia. 


Por el acto patriótico de sus defensores, a la ciudad de Veracruz le fue otorgada su cuarta H, de heroica, mediante el Decreto Presidencial Nº 73, del 16 de diciembre de 1948.
Además, el Congreso de la Unión emitió un Decreto el 19 de enero de 1949 para inscribir con letras de oro, en los muros del Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados, la leyenda “A los Defensores de Veracruz en 1914” 

                Antes de concluir, quiero hacer referencia al fragmento de una estrofa de nuestro Himno Nacional: …mas si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa oh Patria querida que el cielo, un soldado en cada hijo te dio…

martes, 9 de octubre de 2012

Durante la Segunda Intervención Norteamericana a México en 1914


En Memoria a un Defensor de Veracruz (Don Ángel Díaz Durán, Parte I)


Investigación, Anécdota y Redacción: José Antonio Jiménez Díaz


Veracruz, puerta de México, fue mancillado al ser invadido, por segunda ocasión por el poderoso vecino del norte, Estados Unidos, sin que mediara una declaración de guerra y en forma por demás alevosa. Nuestro personaje  se sumó a la iniciativa y coraje de la población civil en defensa de este puerto dado que la plaza había sido abandonada por los militares y sólo había una débil resistencia – por cuanto al tipo de armamento y número de combatientes – de los cadetes y mandos de la Escuela Naval Militar, para enfrentar a miles de efectivos y la artillería pesada emplazada en más de 30 buques de guerra, fondeados frente a la ciudad.

No obstante, los habitantes civiles tuvieron el valor y arrojo de enfrentarlos en desigual batalla. Entre muchos de los ciudadanos que prestaron servicio estaban José Chacón, Jacobo García, Lorenzo Avendaño, Victoria Cuenca, Elena Rendón, Antonio Caballero, Carlos Castillo, Nazario Huerta, Andrés Montes, Tereso Avendía, Gilberto Gómez, Leonardo Sánchez y mi abuelo: Ángel Díaz Durán.

Aquí estimamos pertinente citar a Ignacio Ramírez quien decía…en la hora menguada en que los jefes dudan, se confunden o desertan, el pueblo, el pobre pueblo, encuentra siempre el recuerdo y la sombra de Hidalgo para ampararse, y con las armas de la desesperación y del patriotismo luchan con denuedo por el decoro y la dignidad del pueblo que lo sustenta...

Con mucho valor, aquellos hombres y mujeres del pueblo echaron mano de carabinas, rifles y pistolas de pequeños calibres, su alcance era limitado dado que eran de uso rural, rancheros pues, pero lo suficientes para causar bajas de los invasores.

Profesores del puerto sirvieron también con patriotismo durante la ocupación yanqui, sus nombres están inscritos en placas de bronce en el pórtico de la escuela Francisco Javier Clavijero, y que por respeto se mencionan: Carmen Huerta, Constancia Cruz, María Esperanza Tope, Ernestina Tiburcio, María Malard, Pablo Lamothe, Héctor Ortíz, Humberto Scheleske, Abraham Morteo, Delfino Valenzuela, Gonzalo Mercado, Antonio Ramírez, Manuel Rendón, Carmen Villaseñor y Carmen Villegas.

Pero centremos nuestra atención en un personaje que vivió y participó en esta epopeya de la cual nos sentimos honrados como veracruzanos, mexicanos por supuesto, y miembros de una gran familia. Me refiero a mi abuelo a quien dedicamos estas notas como justo homenaje y reconocimiento a su patriótica intervención durante la defensa de Veracruz, aquel 21 de abril de 1914.


Don Ángel Díaz Durán es el nombre de nuestro personaje. Dicharachero y vacilador,  de ojos brillantes y alegres, como yo lo recuerdo, ocupa un lugar privilegiado en mi memoria por sus méritos cívicos que lo colocan en el pedestal de héroe. Si héroe; porque sirvió a la Patria cuando ésta necesitó de hombres que hicieran frente al invasor de nuestro suelo. Es ahí donde un pacífico y laborioso hombre de pueblo, voluntariamente tomó las armas para demostrar que a un mexicano decidido no le importa encarar al más grande de los enemigos cuando el honor está de por medio.

Don Ángel era una persona sencilla y trabajadora, nacida en Saltillo Lafragua, Pue., el 16 de julio de 1888, hijo de Don Antonio Díaz y Doña Manuela Durán, medía 1.63 m de estatura, ojos verde – azulosos, nariz ancha, tez morena, cabello castaño oscuro, barba puntiaguda, bigote castaño, boca regular. Siendo muy joven vino a la ciudad de Veracruz en busca de nuevos horizontes; vivió en el patio "El Águila"; fue carpintero, jornalero, y no podía faltar ser estibador portuario.

Casó con la Sra. María de la Luz Prado Berrones, una guapa y coqueta hidalguense con quien compartió una vida de apuros, satisfacción y alegrías al lado de sus 5 hijos: Alfonso (Capitán de Navío C.N. Retirado, QEPD), Martha (mi madre), María del Carmen, María de los Ángeles, y Ricardo; todos ellos formaron la familia  Díaz – Prado  que,  a  su vez, con  sus  respectivos  hijos, suman (hasta la fecha) 15 nietos, 42 bisnietos y 6 tataranietos.

Recibió, por el acto de la defensa del Puerto de Veracruz,  un reconocimiento: 

La Condecoración de 2ª. Clase por su participación en la defensa del Puerto de Veracruz el 21 de Abril de 1914, ante la invasión norteamericana al mando del Almirante  H. P. Fletcher.

Condecoración dada el 13 de mayo de 1933, en el Palacio Nacional de México por el C. Presidente Constitucional Sustituto de los Estados Unidos Mexicanos, Abelardo L. Rodríguez y, el Secretario de Guerra y Marina, Gral. de División Lázaro Cárdenas, de acuerdo al Decreto Presidencial expedido por el Ejecutivo Federal, C. Plutarco Elías Calles y aprobada por el Congreso de la Unión el 3 de enero de 1927, que señalaba que las condecoraciones otorgadas a los Héroes de Veracruz,  fueran de tres clases:

1ª. Clase, para los que murieron en ese combate.
2ª. Clase, para los Jefes, Oficiales y Civiles que prestaron servicio para la defensa.
3ª. Clase, para los Alumnos y demás personal de la Escuela Naval que participaron en la lucha.

Otro reconocimiento, le fue otorgado por la Sociedad de Defensores de la República Mexicana y sus Descendientes, desde 1836 hasta 1914, otorgada el 23 de noviembre de 1936 que lo acredita como Sobreviviente y le autoriza el uso de la medalla Venera y el fistol Distintivo.

Ingresó a la Armada Nacional, hoy Secretaría de Marina, Armada de México, donde prestó sus servicios como: Obrero de 1ª., Operario de Décima Primera, 2° Maestre de Arsenal, 1er. Maestre de Arsenal, grado con el que se retiró. Me asalta la duda si fue Teniente.

Para las Ceremonias conmemorativas que encabezaba el C. Presidente de la República ante el monumento a los Héroes de Veracruz, para recordar aquel 21 de abril de 1914, mi abuelo vestía uniforme de gala, portaba un fistol y cuatro diferentes medallas que le fueron impuestas durante los aniversarios de esa heroica gesta; la última de ellas, por el Lic. Adolfo López Mateos en los festejos del cincuentenario. Para ese entonces mi abuelo contaba con 76 años de edad.  
          
Don Ángel yace en una modesta tumba del Panteón San Nicolás Tolentino de la ciudad de México. Murió el 1° de octubre de 1972. Su nombre está inscrito en el Obelisco a los Defensores de Veracruz, sito en la esquina de las calles Cuernavaca y Veracruz, en la colonia Condesa de la ciudad de México; y muy pronto esperamos, que también en el Obelisco construido por la Armada de México erigido a los Héroes de Veracruz,  en ésta cuatro veces heroica ciudad.