Por: Teresa
Moreno-Vicente Moreno
Antes de la revolución de 1910, la vida en México, a pesar
de las grandes diferencias y de la
desigualdad social, política y económica que presentaba la sociedad porfiriana, fue una época con una belleza
singular, rica en costumbres, en cultura y en recursos naturales vírgenes.
Imaginemos despertar y asomarnos al balcón… contemplar
verdes paisajes y azules cielos, limpios de smog, de ruido, de cables y de edificaciones urbanas, nadar y beber el
agua de ríos y lagunas llenas de aguas cristalinas.
Quienes tuvieron la suerte de vivir en esa época podían
disfrutar del colorido de los atuendos indígenas, que son auténticas artesanías; de los largos y elegantes vestidos de las damas de sociedad, refinados y con influencia europea; también
de la variada gastronomía predominantemente con sabor campirano: imaginemos
comer tortillas de maíz cocidas en comal de barro y con leña, acompañarlas con
salsas hechas en molcajetes, con adobo
de conejo, o carnes a las brasas de animales
como el jabalí, con pulque fresco, con mezcal artesanal, entre otros,esos
eran los manjares del porfiriato.
Grandes atractivos
En esa época se
podían observar las majestuosas haciendas con su rica y variada arquitectura, con
sus interminables extensiones de tierra y sus grandes producciones agrícolas sostenidas
con el trabajo de muchas manos: uno de los ejemplos palpables de esto lo fueron
las grandes haciendas henequeneras de Yucatán. Otro atractivo para disfrutar
eran sus imponentes ferrocarriles que transportaban
mercancías y pasajeros gracias a la fuerza del vapor, este novedoso transporte dio lugar al
trazo y construcción de incontables vías férreas que aún podemos ver; se podían
apreciar también elegantes tranvías que cruzaban el interior de
las ciudades más importantes como otro medio de transporte, aunque también se
recurría al uso de animales de carga para transporte minoritario de mercancías,
tales como los burros y los caballos,
con los que se llevaban los productos entre puntos cercanos. Esta atmósfera con
aire campirano debió ser sin duda algo irrepetible para quien hubiera tenido la
fortuna de vivirlo.
Grandes eventos de la
sociedad porfiriana
Y cómo no mencionar
los grandes y majestuosos bailes de la burguesía, amenizados con música interpretada
con salterios, violines y pianos;
destacaban los hermosos valses que intentaban emular el glamour de las cortes
europeas entre los cuales podían disfrutarse temas como Alejandra, Sobre las olas, que son los más
destacados de la época; en contraste, la
gente del pueblo acompañaba sus pocas fiestas con instrumentos más sencillos
como las armónicas, los cilindros acústicos
( que dieron lugar al oficio de los cilindreros, los cuales entonaban melodías muy nostálgicas) y las
pianolas, que eran una versión menos refinada de los pianos.
La rebelión
Desafortunadamente las grandes diferencias en estos estilos de vida, marcó una desigualdad insuperable
en las condiciones del pueblo; esto fue
incubando poco a poco un enorme descontento y furia que se fue acumulando debido
a los marcados extremos en estos estilos de vida y en las condiciones económicas de
ambos grupos: el burgués y el popular; todo esto asociado a muchas otras circunstancias,
desencadena el movimiento de rebelión que marcó la lucha de quienes sentían el
yugo de la opresión y que pugnaban por igualdad y democracia. Esto dio como
resultado una conflagración nacional que se conoció como la Revolución Mexicana,
lucha que duró 11 años y en las que destacan caudillos memorables como Emiliano
Zapata, Francisco Villa, Álvaro Obregón,
entre otros.
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