Por: Xitli Uxmal - Teresa Moreno
Mes de diciembre, mes de
frío, de celebraciones, de compras, de convivencia familiar. En esta época es
cuando muchos mexicanos celebraban, como parte de nuestra cultura religiosa,
varias tradiciones pre y post navideñas, mismas que con el pasar del tiempo se
han ido alterando o prácticamente perdiendo ante el bombardeo publicitario de
otras celebraciones, por lo general ajenas a nuestra cultura.
Dos de estas tradiciones
decembrinas lo son la rama y el viejo.
Una de las más vistosas y
anheladas por los niños era la rama. Mucha era la emoción de los niños en las
escuelas, en las colonias y barrios de diferentes lugares de México.
La rama iniciaba con la
búsqueda de una rama robusta pero ligera, misma que era buscada y cortada por
un grupo de amiguitos o por los papás de ellos. Esta rama era adornada con
paxtle, pelo de ángel, globos o bombitas de varios colores, esferas, estrellas
brillosas, farolitos. Así los niños, pero también grupos de jóvenes, salían por
las calles cantando las estrofas de la rama a veces con instrumentos formales
como guitarras, panderos, acordeones, mandolinas, y cuando no se contaba con éstos,
se improvisaban con materiales de reúso, por ejemplo se hacían sonajas con
corcholatas de latón aplastadas, se raspaban las acanaladuras de un envase de
cloro, las latas grandes de galletas o manteca se usaban para emular tambores,
se improvisaban silbatos o flautas con carrizo o envolturas de tepejilote
Hoy ante el bombardeo
televisivo, la adopción de hábitos, ideas, gustos y costumbres ajenas, esta
bonita tradición se practica cada vez menos y la gente la ve con indiferencia.
A los niños y jóvenes ya no les despierta interés continuar esta costumbre y
los padres no insisten lo suficiente para motivarlos a seguirla cultivando, y
por el contrario permanecen hipnotizados en la mayoría de los casos por las
tecnologías novedosas y los programas de popularidad (redes sociales,
espectáculos televisivos, videojuegos, etcétera, varios de ellos gratos y útiles
cuando son bien enfocados y utilizados).
Ya no se ve el gusto por
convivir de los niños y jóvenes, por cantar casa por casa y despertar la admiración
de los anfitriones al ver la rama y los cánticos; lo poco que aún subsiste, al
menos en algunos lugares, se hace por el dinero, donde destaca mucha pobreza en
la creatividad y baja calidad en la interpretación (canto a la carrera y poco
organizado) en la mayoría de los casos.
El viejo adulterado
Otra de las
sobresalientes celebraciones de fin de año lo era y lo es el viejo.
Anteriormente lo que se acostumbraba para su celebración era disfrazarse de
viejito para cantar y danzar casa por casa. Con el tiempo a algunas personas se
les ocurrió crear el cuerpo de un viejito, mismo que instalaban a la entrada de
cada casa, símbolo de la despedida del año (según se entiende). Esto solo
constituía una variante aceptable de esta tradición. Sin embargo con el paso
del tiempo, la comercialización y el hábito de modificar ideas para
“modernizarlas” ha provocado que se adultere esta tradición, creándose y propagándose
el indebido hábito de quemar el muñeco
del viejo, y peor aún, de rellenarlo con explosivos por el afán de oír una
catarata de estallidos estruendosos pero que liberan muchos gases nocivos
cuando se utilizan en demasía.
Triste es ver cómo,
desgraciadamente, las actividades y costumbres desfavorables hallan eco en la
gente, sin reflexionar en cómo se desluce una bonita tradición, al introducir complementos
innecesarios.
Vive bien estas celebraciones
y orienta a tus familiares, niños y amigos a conducirse con civilidad y no
causar desórdenes que afecten a terceros.
No mancilles tus
tradiciones con modificaciones innecesarias. Vive tus tradiciones y haz que los
niños las continúen como son.
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